☕ Mi relación tóxica con el café (y por qué no pienso dejarlo)
Hay amores que matan... y hay cafés que te levantan de entre los muertos. El mío hace ambas cosas.
No sé exactamente cuándo empezó esta relación. Tal vez fue una noche de estudio interminable, o aquella mañana en que mi cuerpo se negó a funcionar sin una taza caliente entre las manos. Lo que sí sé es que, desde entonces, el café y yo hemos sido inseparables. No sé si por gusto, necesidad... o adicción disfrazada de rutina.
Cada mañana me repito: “Hoy solo una taza”. Y cada tarde me encuentro en la cocina preparando la tercera.
🚩 Las red flags estaban ahí desde el principio
- Me da insomnio... pero lo sigo tomando a las 6 de la tarde.
- Mi estómago a veces protesta... pero el aroma me convence de que vale la pena.
- He intentado dejarlo... pero cada vez que lo hago, me duele la cabeza, me baja el ánimo y me siento como una sombra de mí.
Suena como una relación tóxica, ¿verdad?
🫀 Pero no todo es malo
No voy a negar sus encantos:
- Me despierta.
- Me hace sentir más enfocado.
- Me acompaña en mis momentos de creatividad y soledad.
Es ese abrazo cálido que no me pide explicaciones. Un ritual. Una pausa. Un empujón.
🤷♂️ ¿Dejarlo? No, gracias.
Sí, lo sé. El exceso de cafeína no es bueno. Pero también he aprendido a conocer mis límites. Ya no tomo cualquier café por tomar. Me he vuelto más selectivo. No me interesa llenar el cuerpo de nervios, sino de momentos.
Así que sí, mi relación con el café es complicada. Tóxica a veces. Adictiva, sin duda.
Pero al final del día (o mejor dicho, al principio), es uno de esos pequeños placeres que le dan sabor a la vida.
¿Y tú? ¿También tienes una historia de amor con el café? Cuéntamela en los comentarios. Prometo no juzgar… con una taza en la mano. ☕😉